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viernes, 5 de marzo de 2010

POEMAS DE FEDERICO GARCÍA LORCA I



Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros, Granada, 1898 y fue fusilado en Víznar, Granada, 1936. Poeta y dramaturgo español. Los primeros años de la infancia de Federico García Lorca transcurrieron en el ambiente rural de su pequeño pueblo granadino, para después ir a estudiar a un colegio de Almería. Continuó sus estudios superiores en la Universidad de Granada: estudió Filosofía y Letras y se licenció en Derecho. En la universidad hizo amistad con Manuel de Falla, quien ejerció una gran influencia en él, transmitiéndole su amor por el folclore y lo popular. A partir de 1919, se instaló en Madrid, en la famosísima "Residencia de Estudiantes", donde conoció a Juan Ramón Jiménez y a Antonio Machado, y trabó amistad con poetas de su generación y artistas como Luis Buñuel o Salvador Dalí. En este ambiente, García Lorca se dedicó con pasión no sólo a la poesía, sino también a la música y el dibujo, y empezó a interesarse por el teatro. Sin embargo, su primera pieza teatral, El maleficio de la mariposa, fue un fracaso. En 1921 publicó su primera obra en verso, Libro de poemas, con la cual, a pesar de acusar las influencias románticas y modernistas, consiguió llamar la atención. Sin embargo, el reconocimiento y el éxito literario de Federico García Lorca llegó con la publicación, en 1927, de Canciones y, sobre todo, con las aplaudidas y continuadas representaciones en Madrid de Mariana Pineda, drama patriótico. Entre 1921 y 1924, al mismo tiempo que trabajaba en Canciones, escribió una obra basada en el folclore andaluz, Poema del cante jondo (publicado en 1931), un libro ya más unitario y madurado, con el que experimenta por primera vez lo que será un rasgo característico de su poética: la identificación con lo popular y su posterior estilización culta, y que llevó a su plena madurez con el Romancero gitano (1928), que obtuvo un éxito inmediato. En él se funden lo popular y lo culto para cantar al pueblo perseguido de los gitanos, personajes marginales marcados por un trágico destino. Formalmente, Lorca consiguió un lenguaje personal, inconfundible, que reside en la asimilación de elementos y formas populares combinados con audaces metáforas, y con una estilización propia de las formas de poesía pura con que se etiquetó a su generación. Tras este éxito, Lorca viajó a Nueva York, ciudad en la que residió como becario durante el curso 1929-1930. Las impresiones que la ciudad imprimió en su ánimo se materializaron en Poeta en Nueva York (publicada póstumamente en 1940), un canto angustiante, con ecos de denuncia social, contra la civilización urbana y mecanizada de hoy. Las formas tradicionales y populares de sus anteriores obras dejan paso en esta otra a visiones apocalípticas, hechas de imágenes ilógicas y oníricas, que entroncan con la corriente surrealista francesa, aunque siempre dentro de la poética personal de Lorca. De nuevo en España, en 1932 Federico García Lorca fue nombrado director de "La Barraca", compañía de teatro universitario que se proponía llevar a los pueblos de Castilla el teatro clásico del Siglo de Oro. Su interés por el teatro, tanto en su vertiente creativa como de difusión, responde a una progresiva evolución hacia lo colectivo y un afán por llegar de la forma más directa posible al pueblo. Así, los últimos años de su vida los consagró al teatro, a excepción de dos libros de poesía: Diván del Tamarit, conjunto de poemas inspirados en la poesía arabigoandaluza, y el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1936), hermosa elegía dedicada a su amigo torero, donde combina el tono popular con imágenes de filiación surrealista. Las últimas obras de Federico García Lorca son piezas teatrales. Yerma (1934) es una verdadera tragedia al modo clásico, incluido el coro de lavanderas, con su corifeo que dialoga con la protagonista comentando la acción. Parecido es el asunto en Bodas de Sangre (1933), donde un suceso real inspiró el drama de una novia que huye tras su boda con un antiguo novio (Leonardo). La huida, llena de premoniciones, en la que la propia muerte aparece como personaje, presagia un final al que se viene aludiendo desde la primera escena y en el que ambos hombres se matarán, segando así la posibilidad de continuidad de la estirpe por ambas ramas y renovando la muerte del padre del novio a manos de la familia de Leonardo. De esta manera, la pasión y la autobúsqueda concluyen con la destrucción de todo el orden establecido. Entre todas ellas destaca la última pieza teatral escrita por García Lorca, La Casa de Bernarda Alba (1936) considerada su obra maestra por una gran mayoría de los críticos del teatro español.



POÉTICA


De viva voz a G(erardo) D(iego)

Pero ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle, y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía.

Aquí está; mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura. Yo comprendo todas las poéticas; podría hablar de ellas si no cambiara de opinión cada cinco minutos. No sé. Puede que algún día me guste la poesía mala muchísimo, como me gusta (nos gusta) hoy la música mala con locura. Quemaré el Partenón por la noche, para empezar a levantarlo por la mañana y no terminarlo nunca.

En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios, o del demonio, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de 1o que es un poema.



BALADA TRISTE
Pequeño poema.


Abril de 1918
(Granada)


¡Mi corazón es una mariposa,
niños buenos del prado!,
que presa por la araña gris del tiempo
tiene el polen fatal del desengaño.


De niño yo canté como vosotros,
niños buenos del prado,
solté mi gavilán con las temibles
cuatro uñas de gato.


Pasé por el jardín de Cartagena
la verbena invocando
y perdí la sortija de mi dicha
al pasar el arroyo imaginario.


Fui también caballero
una tarde fresquita de mayo.
Ella era entonces para mí el enigma,
estrella azul sobre mi pecho intacto.
Cabalgué lentamente hacia los cielos.
Era un domingo de pipirigallo.
Y vi que en vez de rosas y claveles
ella tronchaba lirios con sus manos.


Yo siempre fui intranquilo,
niños buenos del prado.
el ella del romance me sumía
en ensoñares claros:
¿quién será la que coge los claveles
y las rosas de mayo?
¿Y por qué la verán sólo los niños
a lomos de Pegaso?
¿Será esa misma la que en los rondones
con tristeza llamamos
estrella, suplicándole que salga
a danzar por el campo...?


En abril de mi infancia yo cantaba,
niños buenos del prado,
la ella impenetrable del romance
donde sale Pegaso.
Yo decía en las noches la tristeza
de mi amor ignorado,
y la luna lunera, ¡qué sonrisa
ponía entre sus labios!
¿Quién será la que corta los claveles
y las rosas de mayo?


Y de aquella chiquilla, tan bonita,
que su madre ha casado,
¿en qué oculto rincón de cementerio
dormirá su fracaso?


Yo solo con mi amor desconocido,
sin corazón, sin llantos,
hacia el techo imposible de los cielos
con un gran sol por báculo.


¡Qué tristeza tan seria me da sombra!
Niños buenos del prado,
cómo recuerda dulce el corazón
los días ya lejanos...
¿Quién será la que corta los claveles
y las rosas de mayo?



BALADA DE UN DÍA DE JULIO


Julio de 1919


Esquilones de plata
llevan los bueyes.


¿Dónde vas, niña mía,
de sol y nieve?


Voy a las margaritas
del prado verde.


El prado está muy lejos
y miedo tienes.


Al airón y a la sombra
mi amor no teme.


Teme al sol, niña mía,
de sol y nieve.


Se fue de mis cabellos
ya para siempre.


¿Quién eres, blanca niña?
¿De dónde vienes?


Vengo de los amores
y de las fuentes.


Esquilones de plata
llevan los bueyes.


¿Qué llevas en la boca
que se te enciende?


La estrella de mi amante
que vive y muere.


¿Qué llevas en el pecho,
tan fino y leve?


La espada de mi amante
que vive y muere.


¿Qué llevas en los ojos,
negro y solemne?


Mi pensamiento triste
que siempre hiere.


¿Por qué llevas un manto
negro de muerte?


¡Ay, yo soy la viudita,
triste y sin bienes,
del conde del Laurel
de los Laureles!


¿A quién buscas aquí,
si a nadie quieres?


Busco el cuerpo del conde
de los Laureles.


¿Tú buscas el amor,
viudita aleve?
Tú buscas un amor
que ojalá encuentres.


Estrellitas del cielo
son mis quereres,
¿dónde hallaré a mi amante
que vive y muere?


Está muerto en el agua,
niña de nieve,
cubierto de nostalgias
y de claveles.


¡Ay!, caballero errante
de los cipreses,
una noche de luna
mi alma te ofrece.


¡Ah Isis soñadora.
Niña sin mieles,
la que en boca de niños
su cuento vierte.
Mi corazón te ofrezco.
Corazón tenue,
herido por los ojos
de las mujeres.


Caballero galante,
con Dios te quedes.
Voy a buscar al conde
de los Laureles.


Adiós, mi doncellita,
rosa durmiente,
tú vas para el amor
y yo a la muerte.


Esquilones de plata
llevan los bueyes.


Mi corazón desangra
como una fuente.


BALADILLA DE LOS TRES RÍOS

A Salvador Quintero


El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.


¡Ay, amor,
que se fue y no vino!


El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada
uno llanto y otro sangre.


¡Ay, amor,
que se fue por el aire!


Para los barcos de vela,
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.


¡Ay, amor,
que se fue y no vino!


Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Dauro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.


¡Ay, amor,
que se fue por el aire!


¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!


¡Ay, amor,
que se fue y no vino!


Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.


¡Ay, amor,
que se fue por el aire!




LA GUITARRA




Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada
Es imposible
callarla,
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama
¡Oh guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas




EL GRITO




La elipse de un grito,
va de monte
a monte.


Desde los olivos,
será un arco iris negro
sobre la noche azul.


¡Ay!


Como un arco de viola,
el grito ha hecho vibrar
largas cuerdas del viento.


¡Ay!


(Las gentes de las cuevas
asoman sus velones)


¡Ay!




EL SILENCIO


Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado,
un silencio,
donde resbalan valles y ecos
y que inclinan las frentes
hacia el suelo.


SORPRESA


Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie.
¡Cómo temblaba el farol!
Madre.
¡Cómo temblaba el farolito
de la calle!
Era madrugada. Nadie
pudo asomarse a sus ojos
abierto al duro aire.
Que muerto se quedó en la calle
que con un puñal en el pecho
y que no lo conocía nadie.



LA SOLEÁ


Vestidas con mantos negros
piensa que el mundo es chiquito
y el corazón es inmenso.


Vestida con mantos negros.


Piensa que el suspiro tierno
y el grito, desaparecen
en la corriente del viento.


Vestida con mantos negros.


Se dejó el balcón abierto
y el alba por el balcón
desembocó todo el cielo.


¡Ay yayayayay,
que vestida con mantos negros!



MEMENTO

Cuando yo me muera
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera,
enterradme, si queréis,
en una veleta.
¡Cuando yo me muera!



CANCIÓN CHINA EN EUROPA


A mi ahijada Isabel Clara


La señorita
del abanico,
va por el puente
del fresco río.


Los caballeros
con sus levitas,
miran el puente
sin barandillas.


La señorita
del abanico
y los volantes,
busca marido.


Los caballeros
están casados,
con altas rubias
de idioma blanco.


Los grillos cantan
por el Oeste.


(La señorita.
va por lo verde.)


Los grillos cantan
bajo las flores.


(Los caballeros,
van por el Norte.)



[EL LAGARTO ESTÁ LLORANDO]


A mademoiselle Teresita Guillén tocando un piano de siete notas


El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.


El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.


Han perdido sin querer
su anillo de desposados.


¡Ay, su anillito de plomo.,
ay, su anillito plomado!


Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.


El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.


¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!


¡Ay cómo lloran y lloran.
¡ay! ¡ay!, cómo están llorando!



CANCIÓN DE JINETE (1860)


En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas.


Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?


...Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.


Caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!


En la luna negra
sangraba el costado
de Sierra Morena.


Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?


La noche espolea
sus negros ijares
clavándose estrellas.


Caballito frió.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!


En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.


Caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?



[MI NIÑA SE FUE A LA MAR]


Mi niña se fue a la mar,
a contar olas y chinas,
pero se encontró, de pronto,
con el río de Sevilla.


Entre adelfas y campanas
cinco barcos se mecían,
con los remos en el agua
y las velas en la brisa.


¿Quién mira dentro la torre
enjaezada, de Sevilla?
Cinco voces contestaban
redondas como sortijas.


El cielo monta gallardo
al río, de orilla a orilla.
En el aire sonrosado,
cinco anillos se mecían.



ROMANCE DE LA LUNA, LUNA

A Conchita García Lorca


La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.


En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.


Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.


Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.


Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.


Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.


El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.


Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.


Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.


PRECIOSA Y EL AIRE

A Dámaso Alonso


Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene,
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.


El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.


En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.


Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.


Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.


San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.


Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.


Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.


Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.


¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.


Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.


Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.


El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.


Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.


ROMANCE SONÁMBULO

A Gloria Giner y Fernando de los Ríos


Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.


Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.


Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando
desde los puertos de Cabra.


Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.


Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de Holanda.
¿No veis la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?


Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.


Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡Dejadme subir!, dejadme
hasta las altas barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.


Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.


Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.


¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?


¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!


Sobre el rostro del aljibe,
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.


Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.


ROMANCE DE LA PENA NEGRA

A José Navarro Pardo


Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.


Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.


Soledad, ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?


Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.


Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.


No me recuerdes el mar,
que la pena negra, brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.


¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.


¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!


Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.


Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!



MUERTO DE AMOR

A Margarita Manso


¿Qué es aquello que reluce
por los altos corredores?


Cierra la puerta, hijo mío;
acaban de dar las once.


En mis ojos, sin querer,
relumbraban cuatro faroles.


Será que la gente aquella
estará fraguando el cobre.


Ajo de agónica plata
la luna menguante, pone
cabelleras amarillas
a las amarillas torres.


La noche llama temblando
al cristal de los balcones,
perseguida por los mil
perros que no la conocen,
y un olor de vino y ámbar
viene de los corredores.

Brisas de caña mojada
y rumor de viejas voces
resonaban por el arco
roto de la medianoche.


Bueyes y rosas dormían.
Sólo por los corredores
las cuatro luces clamaban
con el furor de San Jorge.


Tristes mujeres del valle
bajaban su sangre de hombre,
tranquila de flor cortada
y amarga de muslo joven.


Viejas mujeres del río
lloraban al pie del monte
un minuto intransitable
de cabelleras y nombres.


Fachadas de cal ponían
cuadrada y blanca la noche.
Serafines y gitanos
tocaban acordeones.


Madre, cuando yo me muera,
que se enteren los señores.
Pon telegramas azules
que vayan del Sur al Norte.


Siete gritos, siete sangres,
siete adormideras dobles
quebraron opacas lunas
en los oscuros salones.


Lleno de manos cortadas
y coronitas de flores,
el mar de los juramentos
resonaba no sé dónde.


Y el cielo daba portazos
al brusco rumor del bosque,
mientras clamaban las luces
en los altos corredores.



ROMANCE DE LA GUARDIA CIVIL ESPAÑOLA


A Juan Guerrero, cónsul general de la poesía


Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.


¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas se conserva.
¡Oh ciudad de los gitanos!
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.


Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche,
noche, que noche nochera.


La Virgen y San José
perdieron sus castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de alcaldesa,
de papel de chocolate
con los collares de almendras.
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.


¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus crenchas.


Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo se les antoja
una vitrina de espuelas.


La ciudad, libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entraron a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de moneda.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.


En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la guardia civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas;
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.


¡Oh ciudad de los gitanos!
La guardia civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.


¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.

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