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lunes, 8 de marzo de 2010

POEMAS DE GABRIEL CELAYA



(Hernani 1911-Madrid 1991) Poeta español, cuyo verdadero nombre era Rafael Múgica. Estudió ingeniería en Madrid, y en la Residencia de Estudiantes conoció a Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Gerardo Diego y otros, que determinaron su vocación literaria. Su primer volumen poético fue Marea de silencio (1934), y con el segundo, La soledad cerrada, obtuvo el premio Bécquer en 1936. En 1946 conoció a Amparitxu Gastón; ambos fundaron una colección de poesía, “Norte”, con el objetivo de dar a conocer la poesía europea y tender puentes hacia la España peregrina por encima de la poesía oficial. En los años siguientes la obra lírica de Celaya, que firmaba por entonces con otro seudónimo, Juan de Leceta, se aproximó al compromiso social y al universo de lo cotidiano. En 1962 publicó Poesía, que recogía su abundante producción del período 1934-1961 (Tranquilamente hablando, 1947; Lo demás es silencio, 1952; Cantos íberos, 1955). Su compromiso político se incrementó una vez abandonada su profesión de ingeniero para instalarse, con Amparitxu, en Madrid, donde se hizo entonces abanderado de una poesía militante, radical, «un arma cargada de futuro». Más tarde sucedió a esa etapa otra más distanciada de la lucha política, en busca de nuevas formas experimentales. La publicación de su obra poética prosiguió con Dos cantatas (1964), La linterna sorda (1964), Baladas y decires vascos (1965), Lo que faltaba (1967), Los espejos transparentes (1968), Lírica de cámara (1969), etc. Cultivó también la narrativa, con Lo uno y lo otro (1962) y Los buenos negocios (1965), y el ensayo (Exploración de la poesía, 1965). En 1970 se publicaron sus Obras completas, incrementadas posteriormente con nuevos volúmenes poéticos: Dirección prohibida (1973), Función de Uno, Equis, Ene (1973), Penúltimos poemas (1983), Cantos y mitos (1983), El mundo abierto (1986); y ensayos: Inquisición de la poesía (1972), Bécquer (1972), Los espacios de Chillida (1974), Poesía y verdad (1979). De 1980 data la obra autobiográfica Memorias inmemoriales.


LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
que golpea las tinieblas.

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades;
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo,
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quién no toma partido
partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren,
y canto respirando.
Canto y canto y cantando más allá de mis penas,
de mis penas
personales, me ensancho.

Quiero daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso, con técnica que puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.


Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.



PARÁBOLA

Cuando Shanti pensó, lleno de mil razones:
«El patrón debe entenderme», se explicó. Y le expulsaron.
El patrón no entendía de verdad sus razones.
Y Shanti no entendió por qué no le entendía.
Cuando Li-Piao le dijo a Piao-Li: "¿Cómo debo
corregir este texto que llevo al gran examen?»,
Piao-Li dijo a Li-Piao: «Si yo fuera tú,
nunca hubiera dudado. Vas a ser rechazado"
Li-Piao cayó en desgracia y Shanti fue expulsado.
Su error fue un mismo error: buscaron lo absoluto.
No hay razones eternas, ni hay verdad objetiva,
ni hay patrón-mandarín sin sentido de clase.

 GERNIKAKO ARBOLA
(EL ÁRBOL DE GUERNICA)


Era en la primavera del año treinta y siete
cuando llegué a Guernica.
Allí se fabricaban boquillas de careta
anti-gas. Yo debía
- servicio de inspección- ver qué diablos pasaba
o qué no funcionaba.
Allí, en Guernica, estaban las fuerzas guipuzcoanas
nuevas, y yo debía
- servicio de instrucción- enseñarles la humana
protección que es posible cuando con gas atacan.
Todo me parecía remoto. Aunque cumplía
lo debido, imposible
era pensar que nadie lanzase tal ataque.
El frente estaba lejos. Brillaba el cielo indemne.
Y todo hay que decirlo:
hacía mucho tiempo que no comía cordero,
ni comía pan blanco, como allí, en retaguardia.
¡Parecía tan fácil la paz! No se entendían
la ira y la mentira.
A veces visitaba nuestro árbol de Guernica,
y miraba el azul,
un azul que duró todos aquellos días,
un ancho azul tranquilo que nada parecía
podría perturbar, marzo querido.
¡Ay, quién diría
que a poco de marcharme zumbaría en el cielo,
en ese mismo cielo que parecía indemne,
limpio de mancha y leve,
el horror de una muerte mecánica y salvaje!
¡Ay, quién diría!
¡Ay, dilo tú si puedes, Gernikako Arbola,
dilo con tu raíz, tus ramas y tus niños,
dilo si eso es posible,
di con la libertad de los vascos antiguos,
con el temblor de fronda que cubre el país entero
y dice lo que somos, diciendo lo que fuimos!
¡Ay, si es posible, dilo!


A RAIMON


Larga es la noche, nos canta
desgarrándose Raimon.
Larga es la noche, muy larga,
pero es terco el corazón.
Viviremos en los otros
y moriremos en paz.
Cuando nadie nos recuerde,
lo que fuimos, durará.
Las palabras que olvidamos en el viento,
hacia la mar. moverán mil corazones,
serán sin yo, inmensidad.
Aquí en la tierra, en la dulce
tierra de nunca acabar,
un latido innominado
seguirá y nos salvará.
Pero hay que seguir, seguir
y hay que luchar y luchar,
y cantar como tú cantas
buscando la libertad.

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