Buscar este blog

viernes, 5 de marzo de 2010

POEMAS DE EMILIO PRADOS



Nació en Málaga en 1899 y murió en Ciudad de México en el año 1962. Con el poeta Manuel Altolaguirre fundó la imprenta “Sur” y la Revista y la editorial “Litoral” (1927-1929). Cuando estalla la guerra civil, fue un activo participante del mundo de la cultura en el bando republicano, destacando su edición del histórico Romancero general de la guerra española. Terminadas las hostilidades se exilió en México donde continuó su prolífica labor literaria. Su obra poética ha sido ampliamente revalorada en estas últimas décadas, convirtiéndose de un nombre casi desconocido en la poesía peninsular en una destacada figura del Grupo Poético del 27. Sus libros de poemas más importantes son: Tiempo (1925), Canciones del farero (1926), Vuelta (1927), Llanto subterráneo (1936), Llanto en la sangre (1937), Cancionero menor para los combatientes (1938), Mínima muerte (1939), Penumbras (1940), Jardín cerrado (1946), Río natural (1957), La sombra abierta (1961) Signos del ser (1962) y Últimos poemas (Póstumo, 1965).

 MEDIA NOCHE

(Málaga, 6 de enero)

Duerme la calma en el puerto
bajo su colcha de laca,
mientras la luna en el cielo
clava sus anclas doradas.
¡Corazón,
rema!


RINCÓN DE LA SANGRE

Tan chico el almoraduj
y... ¡cómo huele!
Tan chico.
De noche, bajo el lucero,
tan chico el almoraduj
y, ¡cómo huele!
Y... cuando en la tarde llueve,
¡cómo huele!
Y cuando levanta el sol,
tan chico el almoraduj
¡cómo huele!
Y, ahora, que del sueño vivo
¡cómo huele,
tan chico, el almoraduj!
¡Cómo duele!...
tan chico el almoraduj
Tan chico.


SUEÑO

Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Alzáronse en el cielo
los nombres confundidos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Nuestros cuerpos quedaron
frente a frente, vacíos.
Te llamé. Me llamaste.
Brotamos como ríos.
Entre nuestros dos cuerpos,
¡qué inolvidable abismo!


¿VIVO DEL MAR?

¿Vivo del mar?…
(El mar por mí ha nacido
y al sol del mar mi soledad se acoge.)
Canto a la soledad:
Mar de la soledad ¿por qué no brillas?
Mar de tu soledad vive mi cuerpo.
Mi soledad sin piel también te busca.
¡Soledad soy del mar para cantarte!
Tendido en ti, mi soledad, espero
que al sol de ti mi soledad responda.
-Sobre la soledad del mar que vivo
desnudo en soledad, ¿qué mar se esconde?…
Un mar de angustia en soledad se niega
a darle nombre al mar que estoy cantando;
innominado mar que por mí siento
gemir en soledad de mar que ha sido.
Todo mi cuerpo en soledad abierto,
rindo por verle en soledad su nombre…
Barbecho al sol, mojado por la lluvia
de mi llanto, es el tiempo que le doy.
Antes de ver, mi soledad, la espiga
verde y granada sobre el mar que enciendes:
del mar que vivo al sol del mar que acoges
sé que debo arrancar el mar que espero.
Soledad: ¿de qué mar de ti ha venido
el mar sin nombre en mi que estoy cantando?:
«¡Soledad soy de ti: mar de tu vida!»,
sola en el mar mi soledad responde.
¿Mar de mi vida, el mar sin mí se llama?
¿Vive la soledad, mar de mi cuerpo,
y espera en mí su nombre inesperado?
¡Tan sólo aguardar fue lo que he vivido!
No soy mar, soledad, no soy tu nombre
y canto en ti mi nombre de esperanza.


CANCIÓN

No es lo que está roto, no,
el agua que el vaso tiene:
lo que está roto es el vaso
y, el agua, al suelo se vierte.
No es lo que está roto, no
la luz que sujeta al día:
lo que está roto es el tiempo
y en la sombra se desliza.
No es lo que está roto, no
la sangre que te levanta:
lo que está roto es tu cuerpo
y en el sueño te derramas.
No es lo que está roto, no,
la caja del pensamiento:
lo que está roto es la idea
que la lleva a lo soberbio.
No es lo que está roto Dios,
ni el campo que Él ha creado:
lo que está roto es el hombre
que no ve a Dios en su campo.


[CERRÉ MI PUERTA AL MUNDO]

Cerré mi puerta al mundo;
se me perdió la carne por el sueño…
Me quedé, interno, mágico, invisible,
desnudo como un ciego.
Lleno hasta el mismo borde de los ojos,
me iluminé por dentro.
Trémulo, transparente,
me quedé sobre el viento,
igual que un vaso limpio
de agua pura,
como un ángel de vidrio
en un espejo.


SE LEVANTAN LOS MUERTOS


Acusación


Se levantan lo muertos; respetad a la sombra.
Si la Muerte se erige como fiel del combate,
que los paños solemnes del silencio lo cubran,
que suspendan las armas su voz en la tormenta.


Se levantan los muertos; respetad su pisada.
Los árboles sujetan al otoño en sus hojas;
las ciudades ocultan su dolor y ruinas;
se detienen las bestias al borde de sus pulsos.


Los muertos se levantan.


Escuchad a la Muerte, que es su voz la que rige;
su voz severa y dulce sobre el mundo se para.
Escuchad a la Muerte y a su pesado llanto.
Mirad la Tierra; gime la sangre de sus ríos.


Aun si vuestra mirada desconoce la vida;
si la nube no ocurre, ni el cielo en vuestras horas;
si en vuestra piel el barro aun no presiente el bosque,
ni el desierto os inflama desolado en sus tumbas:


Escuchad a la Muerte.


Temed su voz, potencia de acusaciones últimas;
su voz largo sudario de humedad y desprecio:
como el alto bramido de un viento amenazante
avanza hacia vosotros sobre vuestras trincheras.


No ocultad vuestros ojos, que ya ni el sueño habita.
Si aun la conciencia brilla la luz que no depone,
vuestras armas tendidas se doblarán, inútiles:
la verdad no es despojo que se olvide la Muerte.


Avanzan nuestros muertos.


Sus altísimas sombras forman ya multitudes;
como una muda selva de sombra y de gemido
lentos van, como el peso de las piedras que rinden
donde aún viven los cuerpos su abandono en la lluvia.


Inútil barricadas si la voluntad silba,
que una razón potente de entre el escombro emerge;
no hay sitio que se rinda si la Muerte ilumina,
coronando con héroes la acusación que cerca.


Temed a nuestro avance.


La multitud se aprieta detrás de la figura
que de frente hacia el Tiempo nuestro buque sustenta.
La multitud se agrupa; aún le cuelgan astillas
entre el pesado lodo del silencio en que hundieron.


Van junto a los mastines sin dueño de la guerra,
con los tristes harapos de los niños profundos,
los que al combate entraron desnudos todo el pecho,
y ahora los cruza el aire como a viejos castillos.


Aguardad nuestra entrada.


Quedaréis en la historia, por su papel tendidos,
como el labio infecundo de vuestra herida abierta;
no habrá alucinaciones que vuestra fiebre ilustren;
llegaréis a la nada sin voz por vuestro ejemplo.


Las fechas se presienten como inclina la fruta
la rama que halló el viento en flor bajo su carne.
Mirad; ya nuestra Muerte tan sólo tiene un ala:
una sola bandera dirige su cortejo.


Se levantan los muertos.
Detrás la vida sigue.
¡Preparad la batalla!


Madrid, diciembre de 1936




EL CENTINELA


Al pie de su propia sombra
lo mataron.
Al pie de su corazón.


Al caer se cerró el ángulo
de su esperanza en la tierra...
La muerte acabó su espacio.


Al pie de su corazón,
al pie mismo lo mataron:
vértice de su dolor.


¿Cayó su cuerpo en la sombra?
¿La sombra al cuerpo subió?...


Cerrado está el abanico
que su ausencia nos dejó.
Cerrado de un golpe seco:
vértice de su dolor.


Al pie de su propia sombra
lo mataron:
al pie de su corazón.


La muerte acabó su espacio:
ángulo de tierra y sol.




EL ESCUCHA




Sobre el agua, una sombra
vuela en silencio.
Está sin puente el río,
sin luna el cielo.


La rama del invierno
larga y sin flor.
Naranjales quemados.
Tierra sin sol.


Resbalando en la noche
se escapa el día.
El soldado, a la estrella
su suerte fía.


La rama del invierno
larga y sin flor.
Naranjales quemados.
Tierra sin sol.


Entre estrella y estrella
vuela la sombra.
Los ojos de los soldados
cuentan las horas.


La rama del invierno
larga y sin flor.
Naranjales quemados.
Tierra sin sol.


Mientras cuenta, la sombra
se va acercando...
(Baja está la llanura
y el monte es alto).


Naranjales quemados.
Tierra sin sol.
La rama del invierno
Larga y sin flor.



UNA PALOMA


Palomilla voladora:
vuela
y torna.


¿Dónde vas tan de mañana?
Vuela y torna


¿Adónde vas con el frío
sobre la espalda del río?


¿Adónde vas por la sierra
sobre la flor de la adelfa?


Alta va la paloma
que vuela y torna.
Alta la palomilla,
alta va y sola.


Guirnaldas en la Muerte
teje su pico.
Alta va la paloma
cruzando el río.


Guirnaldas de la Muerte
trae de la guerra.
Cruza la palomilla
sobre la adelfa.
Alta va la paloma,
alta va y sola.
Sobre el viento, las balas
hieren su sombra.


¿Dónde fue la paloma
que ya no vuelve?
En la curva del río
sangre caliente.


¡Dónde fue la paloma
que ya no torna?
Por las alas prendida
vuela su sombra.


Alta fue la paloma:
alto está el viento.
alta vuela la luna
sobre el silencio...


Palomilla voladora
vuela
y torna.




VENGO HERIDO


Vengo del agua del río
y vengo herido
al agua del mar:
¡Al agua del mar!


Por las aguas de la muerte
bajo sus quebrados puentes.
Por los puentes de la luna,
vengo de noche y a oscuras
al agua del mar:
¡Al gua del mar!


A las aguas de la oliva
donde la guerra se olvida.
A las orillas del sol
donde se olvida el dolor.


Al agua del mar:
¡Al agua del mar!


A las aguas de mar me iré
y me curaré.


Vengo del agua del río
y vengo herido.




SEGADORES


1


Alto es el trigal;
dorada la espiga
cerca de la mar.


Alta es la montaña.
Cerca de las nieves
más abajo es el trigo,
la espiga más verde.


Floreciendo está
arriba y abajo
la carne del pan.


¡Pronto, pronto, segador:
levántate y siega,
que más lucen los trigos
sobre las eras!


2


Ya se acerca el sol.
La espiga madura
se inclina a su ardor.


¡Corten las cuchillas
sus dorados tallos


antes que las aguas
descubran sus granos!


¡Ya viene el sudor!
¡Ya brilla en la frente
del buen labrador!


¡Pronto, pronto, segador,
levántate y siega,
que más lucen los trigos
sobre las eras!


3


¡Que las segadoras
corten más deprisa
el trigo en su aurora!


¡Ya anuncian las parvas
la buena cosecha!
El trigo en montones
cantan por las eras.


Pronto, a recogerlo,
que el campo es peligroso
para el trigo seco.


¡Pronto, pronto segador,
levántate y siega


más lucirán los trigos
sobre las eras!


4


Cante el labrador.
Cante al mediodía
cuando quema el sol.


Cante a la alborada
el trigo en rocío.
Cante a media noche
el trigal dormido.


Cante el labrador
y encienda el trabajo
la flor del sudor.


¡Pronto, pronto segador,
levántate y siega
que más lucen los trigos
sobre las eras!


5


Entre las alambradas
florece el trigo.
-Preso el trigo está:
¿quién lo salvará?




-Como un mar, madre,
como el mar se mece
entre las alambradas
que mal lo prenden.


-Quién sembró la tierra
lejos de ella está.
-¡Corran las espigas
por irlo a buscar!


-Ay, madre, las espigas
¡cómo me duelen!
que entre espinas y llantos
sus granos crecen.


-Quién sembró la tierra
lejos de mi cuerpo-
-Ay, madre, entre alambradas
los trigos presos.


-Quién sembró mi cuerpo
lejos y en la guerra.
¡Cómo cerdean los trigos
sobre las eras!


-Madura el trigo solo,
yo abandonada.
(Sobre el trigo y mi cuerpo
las nubes altas).
Entre las alambradas
florece el trigo.
-Preso el trigo está:
¿quién lo salvará?


-A segar voy, madre,
las azucenas.
A segar las espigas
de mi tristeza.


-A segar voy, madre,
la blanca espiga.
(Lo que el amante siempre
coge la niña.)


-A la guerra se marchan
mis pensamientos,
pero quedan mis brazos
junto a mi pecho.


-Madre, mis azucenas
tengo cuajadas.
(Lo que el amante deja
la niña halla.)


-A segar voy, amante,
lo que tú siembras.
(Sobre los montes altos
el cañón suena.)
Entre las alambradas
florece el trigo...
Preso el trigo está:
¿quién lo salvará?

No hay comentarios: