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lunes, 8 de marzo de 2010

POEMAS DE LUIS ROSALES




Nació en Granada en 1910 y murió en Madrid en 1992. Miembro de la llamada “Generación de 1936” (junto a Miguel Hernández, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco, y Dionisio Ridruejo, entre otros). Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid. Durante la Guerra Civil adhirió al bando nacionalista y desde su casa fue tomado prisionero y luego fusilado Federico García Lorca (sin que cupiese ninguna responsabilidad a Rosales, aunque siempre estuvo marcado por este hecho). Dirigió la influyente revista “Escorial” en los años de la postguerra. Escribió, junto a Luis Felipe Vivanco el drama histórico La mejor reina de España (1939). Mantuvo una estrecha amistad con uno de los poetas más comprometidos con el franquismo, Leopoldo Panero. En su dilatada trayectoria fue director de la famosa revista “Cuadernos Hispanoamericanos” y fue incorporado a la Real Academia Española de la Lengua en 1963. En 1951 obtuvo el Premio Nacional de Poesía; en 1973, ex aequo con Gallego Morell, el Premio Nacional de Literatura Miguel de Unamuno y en 1983, el Premio Cervantes. De su obra poética hay que destacar: Abril (1935), Retablo sacro del nacimiento del Señor (1940), La casa encendida (1949), considerada por muchos críticos su obra maestra,  La encina y el mar (1951), Rimas (1951), El contenido del corazón (1969) y Como el Corte hace sangre. Rimas del último día (1973). En el ensayo sobresalen Cervantes y la libertad (1960) y El sentimiento del desengaño en la poesía del barroco (1966).




SONETO A JOSÉ ANTONIO QUE DESCUBRIÓ, EXPRESÓ
Y DEFENDIÓ LA VERDAD DE ESPAÑA. MURIÓ POR ELLA.


Tú amaste el ser de España misionera
frente al peligro y por la luz unida,
el ser de la evidencia enaltecida
del mar latino en la ribera entera:


tú la verdad de España duradera
de la esperanza y del dolor nacida,
verdad de salvación al tiempo asida,
verdad que hace el destino verdadera;


tú la unidad que salva del pecado,
la unidad que nos libra y nos descubre
en los ojos de Dios como alabanza;


¡ya no tienes la vida que has salvado!,
la tierra te defiende y no te cubre
como el vivir defiende la esperanza.




OFRECIMIENTO


(Guardia en el parapeto)




Esta noche, cierta y clara,
se puede morir, vendría
la muerte calladamente
hasta la sangre sumisa,
calladamente durmiendo
su pujante valentía.


Sobre el campo estremecido,
la creciente maravilla
del alba, y el nacimiento
que Dios a la carne envía
están contemplando al hombre
para olvidarlo. Vendría
la muerte calladamente
hacia mis ojos, vendría
para asombrar la mirada
con su presencia tranquila,
como la noche que eleva
a Dios la creación unida.


Sin distinción ni hermosura,
la tierra que nos afirma,
casi militante, acoge
el ensueño y la sonrisa
de los que duermen y esperan
su nacimiento en el día,
de los que duermen y tienen
sangre que los acaricia.


Si la esperanza les mueve,
el cuidado les vigila,
que hay nacimiento en el sueño,
y hay en los labios ceniza,
y en los ojos que despiertan
es costumbre la agonía.


El cuerpo siente su carne
descansada y fugitiva
¡y se perdió, para siempre,
un dolor que yo tenía!
¡Qua ya no vendrá, si viene,
vencedora, ni vencida,
Señor, y sólo es costumbre,
lo que fue esperanza un día!


Todos los que perderemos
un poco más que la vida
estamos juntos: mañana
tendrán carta y alegría
los que son queridos, ¡campos
de Alcalá, tierra infinita,
tierra de vivos y muertos
con olivares y espigas!
¡Señor!, si todos vivimos
porque tus ojos nos miran,
¿cómo estarán en Tus ojos
los que tienen tierra encima?


El alba tras de los montes
de Alta Coloma vencida,
y el aire resplandeciente,
vendrán, después, con la brisa
juvenil, de la mañana
que nuestra culpa redima.
Señor que sabes mi nombre...
Cuando la oración termina
la luz revela el milagro
de su aparición; vendría,
sin levantarnos el sueño,
la muerte, la Peregrina,
y la carne que la niega
será carne sucedida....


y esta esperanza que tengo
Señor, te la ofrecería.



LA VOZ DE LOS MUERTOS

En la voz de los muertos por la unidad del hombre
tierra firme y promesa donde descansa España,
abre a la luz los ojos que nunca amanecieron,
y las islas recuerdan que las unió la espuma,
y los mortales oyen: Ya la tierra no existe,
la tierra que reposa, como un niño, en las aguas,
la tierra que ha inventado la presencia y mantiene
la luz perseverante de su gloria en la tarde,
el perfume indeleble del laurel silencioso,
la duración de ser frente a la muerte clara.


Todo está desolado como un lecho vacío,
la soledad precisa la sucesión del agua
y el resbalar creyente de la arena en el viento.
Cuanto tuvo sonrisa pertenece a la muerte,
ya los altos pinares no ejercitan la sombra,
y nace el resplandor en brazos del olvido,
y se pierde en la espuma la memoria del tiempo.
¿Dónde está, tierra firme, tu sencilla entereza,
si los ojos del hombre, los ojos que llevaron
en su mirada amante toda la luz como un túnel oscuro,
como una tierra estéril donde la mies se agota?
Y tú, ¿qué harás ahora? Tú, la España de siempre,
la vencida del mar, la pobre y la infinita,
la que buscaba tierra para dar sepultura,
la que vuelve los ojos polvorientos al valle,
la España de la ceniza, de espacio y de misterio
que nos brinda la sed y nos muestra el camino.
¡El amor de la muerte te quitó la hermosura,
y el mandamiento alegre de la espiga dorada,
y la belleza efímera del ruiseñor, y el sueño
que despierta la alegre duración de las cosas,
y el contorno doliente de la mujer que amamos
por su presencia triste de carne sucesiva!
¡Y aún descansa en tu frente la esperanza del mundo,
aún sostienen tu luz el sabor del milagro,
la unidad de las flores en el Cuerpo de Cristo,
la vigilia del agua bendiciente y unida
que derramas en los aires claridades y aromas!


Y tú, ¿qué harás ahora? Ya la tierra no existe
y habrá que unir de nuevo la arena entre las manos
para soñar, de nuevo, con su contorno huidizo,
¡la carne de tus muertos no conoce la tumba!
Y tú, la España unida por el polvo, la España
virginal que ha nacido del tiempo y la promesa;
Y tú, ¿qué harás ahora? Murieron los varones
cuya sola presencia cantaba en el silencio
llena de luz entera como el cuerpo del día.
Quieta está para siempre la hermosura del mundo,
quieto, sin movimiento que muestre su esperanza,
quieta divinamente, mientras la luna deja
su doliente esplendor sobre la carne joven.
Y tú, ¿qué harás cuando los muertos vuelvan?
Sobre la arena sola, desnuda y sin rumores,
que consagró a los cuerpos su fervor silencioso,
sobre las aguas tristes que enlutaron la espuma
de sus olas en flor, por los muertos que tienen
toda la mar de España por sepultura y gloria,
y de pie, sobre el viento melodioso y antiguo,
de pie, como murieron, ya sin peso en el aire,
vendrán todos los muertos al corazón del hombre,
vendrán a recordarnos la vida que tenemos,
la muerte que ganaron en penitencia súbita.
Cansados de su cuerpo vendrán, y con la sangre
quieta, y enamorada y en soledad precisa.
Y así en la tierra dura que el trigo amarillece
vuestro silencio ha sido la primera Verdad.


¡Silencio enajenado que la muerte hermosea!
¡Silencio que ha de ser tierra para el arado!
¡Gloria espaciosa y triste donde descansa España
su viril hermosura tan antigua y tan nueva!
¡Tierra entera de sangre que es la voz de tus muertos
y nos da nacimiento, costumbre y agonía!
¡Tierra que sólo brinda paciencia y superficie!
¡Tierra para morir, deshabitada y loca
por cumplir tu hermosura,
Oh España, Madre España!



AUTOBIOGRAFÍA

Como el náufrago metódico que contase las olas
que faltan para morir,
y las contase, y las volviese a contar, para evitar
errores, hasta la última,
hasta aquella que tiene la estatura de un niño
y le besa y le cubre la frente,
así he vivido yo con una vaga prudencia de
caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.



MEMORIA DE TRÁNSITO

Herido de amor huido
F. García Lorca

Abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?
Tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».
Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.

 Y ESCRIBIR TU SILENCIO SOBRE EL AGUA

Sólo florece el agua que está queda
Miguel de Unamuno

No sé si es sombra en el cristal, si es sólo
calor que empaña un brillo; nadie sabe
si es de vuelo este pájaro o de llanto;
nadie le oprime con su mano, nunca
le he sentido latir, y está cayendo
como sombra de lluvia, dentro y dulce,
del bosque de la sangre, hasta dejarla
casi acuñada y vegetal, tranquila.
No sé, siempre es así, tu voz me llega
como el aire de Marzo en un espejo,
como el paso que mueve una cortina
detrás de la mirada; ya me siento
oscuro y casi andado; no sé cómo
voy a llegar, buscándote, hasta el centro
de nuestro corazón, y allí decirte,
madre, que yo he de hacer en tanto viva,
que no te quedes huérfana de hijo,
que no te quedes sola allá en tu cielo,
que no te falte yo como me faltas.

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