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viernes, 5 de marzo de 2010

POEMAS DE JORGE GUILLÉN



Jorge Guillén nació en Valladolid, en 1893. Fue Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Murcia y en la de Sevilla. A los 45 años -en 1938- comienza un exilio voluntario, que le lleva a Norteamérica. El retorno definitivo a España se produce en 1977, año en que recibió el Premio Cervantes. Los últimos años de su vida los pasó en Málaga, en donde murió en 1984, a los 91 años. La producción poética de Jorge Guillén está distribuida en cinco series -Cántico, Clamor, Homenaje, Y otros poemas Final-, y lleva el título genérico de Aire Nuestro. Desde la primera edición, de 1928, con 75 poemas, Cántico ha ido ampliándose hasta alcanzar las 334 composiciones que constituyen la cuarta y definitiva edición, de 1950. Cántico es una entusiasta exaltación de la perfección del Universo -"el mundo está bien hecho", dice Guillén-, una exclamación gozosa ante el maravilloso espectáculo de la realidad terrestre. (Léase, desde esta perspectiva, el poema titulado "Las doce en el reloj" y la décima "Perfección"). Y si Cántico se subtitula Fe de vida, Clamor -compuesto por Maremagnum (1957), Que van a dar en la mar (1960) y A la altura de las circunstancias (1963)- lleva por subtítulo Tiempo de historia. Los poemas de esta obra -editada en Buenos Aires- son un grito de protesta ante las dolorosas realidades de nuestro tiempo: guerras, dictaduras, injusticias, negocio, tiranía, muerte, explotación, etc. "El mundo del hombre está mal hecho", dice ahora Guillén. Sin embargo, las ''discordancias' del mundo de los últimos años no hacen abdicar al poeta de su inicial postura de fe en el hombre y en la vida. A Cántico y a Clamor añade Guillén un tercer titulo: Homenaje -Reunión de vidas- (Milán, 1967), conjunto de poemas dedicados a diversas figuras de la Historia, de las Artes y de las Letras. Y tras las dos ediciones de Y otros poemas (Buenos Aires, 1973; Barcelona, 1979), la obra completa de Guillén se cierra, definitivamente, con Final (Barcelona, 1981).


 ARS VIVIENDI


Presentes sucesiones de difuntos
QUEVEDO


Pasa el tiempo y suspiro porque paso,
aunque yo quede en mí, que sabe y cuenta,
y no con el reloj, su marcha lenta
—nunca es la mía— bajo el cielo raso.


Calculo, sé, suspiro —no soy caso
de excepción— y a esta altura, los setenta,
mi afán del día no se desalienta,
a pesar de ser frágil lo que amaso.


Ay, Dios mío, me sé mortal de veras.
Pero mortalidad no es el instante
que al fin me privará de mi corriente.


Estas horas no son las postrimeras,
y mientras haya vida por delante,
serás mis sucesiones de viviente.




DESNUDO


Blancos, rosas... Azules casi en veta,
retraídos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
¡Oh absoluto presente!




MUERTE A LO LEJOS
Je soutenais l'éclat de la mort toute pure.
VALÉRY


Alguna vez me angustia una certeza,
Y ante mí se estremece mi futuro.
Acechándolo está de pronto un muro
Del arrabal final en que tropieza


La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza
Si la desnuda el sol? No, no hay apuro
Todavía. Lo urgente es el maduro
Fruto. La mano ya lo descorteza.


...Y un día entre los días el más triste
Será. Tenderse deberá la mano
Sin afán. Y acatando el inminente



Poder diré sin lágrimas: embiste,
Justa fatalidad. El muro cano
Va a imponerme su ley, no su accidente.




PERFECCIÓN


Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cénit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que al pie caminante siente
La integridad del planeta.




LA SANGRE AL RÍO


Llegó la sangre al río.
Todos los ríos eran una sangre,
Y por las carreteras
De soleado polvo
—O de luna olivácea—
Corría en río sangre ya fangosa
Y en las alcantarillas invisibles
El sangriento caudal era humillado
Por las heces de todos.
Entre las sangres todos siempre juntos,
Juntos formaban una red de miedo.
También demacra el miedo al que asesina,
Y el aterrado rostro palidece,
Frente a la cal de la pared postrera,
Como el semblante de quien es tan puro
Que mata.
Encrespándose en viento el crimen sopla.
Lo sienten las espigas de los trigos,
Lo barruntan los pájaros,
No deja respirar al transeúnte
Ni al todavía oculto,
No hay pecho que no ahogue:
Blanco posible de posible bala.
Innúmeros, los muertos,
Crujen triunfantes odios
De los aún, aún supervivientes.
A través de las llamas
Se ven fulgir quimeras,
Y hacia un mortal vacío
Clamando van dolores tras dolores.
Convencidos, solemnes si son jueces
Según terror con cara de justicia,
En baraúnda de misión y crimen
Se arrojan muchos a la gran hoguera
Que aviva con tal saña el mismo viento,
Y arde por fin el viento bajo un humo
Sin sentido quizá para las nubes.
¿Sin sentido? Jamás.
No es absurdo jamás horror tan grave.
Por entre los vaivenes de sucesos
—Abnegados, sublimes, tenebrosos,
Feroces—
La crisis vocifera su palabra
De mentira o verdad,
Y su ruta va abriéndose la Historia,
Allí mayor, hacia el futuro ignoto,
Que aguardan la esperanza, la conciencia
De tantas, tantas vidas.




DESPERTAR ESPAÑOL


[FRAGMENTO]


¡Oh blanco muro de España!
Federico García Lorca


¿Dónde estoy?
Me despierto en mis palabras,
Por entre las palabras que ahora digo,
A gusto respirando
Mientras con ellas soy, del todo soy
Mi nombre,
Y por ellas estoy con mi paisaje:
Aquellos cerros grises de la infancia,
O ese incógnito mar, ya compañero
Si mi lengua le nombra, le somete.


No estoy solo. ¡Palabras!


Y merced a sus signos
Puedo acotar un trozo de planeta
Donde vivir tratando de entenderme
Con prójimos más próximos
En la siempre difícil tentativa
De gran comunidad.


A través de un idioma
¿Yo podría llegar a ser el hombre
Por fin humano a que mi esfuerzo tiende
Bajo este sol de todos?


EL MAR ES UN OLVIDO...


El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.


Es como un ruiseñor,
y sus aguas son plumas,
impulsos que levantan
a las frías estrellas.


Sus caricias son sueños,
entreabren la muerte,
son lunas accesibles,
son la vida más alta.


Sobre espaldas oscuras
las olas van gozando.


HACIA EL FINAL


Llegamos al final,
A la etapa final de una existencia.


¿Habrá un fin a mi amor, a mis afectos?
Sólo concluirán
Bajo el tajante golpe decisivo.


¿Habrá un fin al saber?
Nunca, nunca. Se está siempre al principio
De una curiosidad inextinguible
Frente a infinita vida.


¿Habrá un fin a la obra?
Por supuesto.
Y si aspira a unidad,
Por la propia exigencia del conjunto.
¿Destino?
No, mejor: la vocación
Más íntima.




LAS DOCE EN EL RELOJ


Dije: ¡Todo ya pleno!
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
el amor era sol.
Entonces, mediodía,
un pájaro sumió
su cantar en el viento
con tal adoración
que se sintió cantada
bajo el viento la flor
crecida entre las mieses,
más altas. Era yo,
centro en aquel instante
de tanto alrededor,
quien lo veía todo
completo para un dios.
Dije: Todo, completo.
¡Las doce en el reloj!

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